SOBRE SU OBRA
A pesar de las dificultades que ha encontrado
para entregarse con regularidad a la pintura, Anastasio tiene a sus espaldas
una extensa obra pictórica que encuadra principalmente dentro del paisajismo
realista e impresionista, sin renunciar a pintar retratos.
Sus cuadros están diseminados por toda España
(Cataluña y Asturias en particular) y parte del extranjero.
Aunque utiliza técnicas muy diversas, tiene
una preferencia notable por el óleo sobre lienzo. Y se impone subrayar que
tiene un envidiable dominio de la técnica. Resulta fascinante ver la
naturalidad, casi instintiva, con la que elabora sus colores y la extraordinaria
soltura y armonía con la que sus pinceles los colocan sobre el lienzo para
plasmar en él su particular visión de la realidad.
Si se tuviera que resaltar una sola de las
características de sus cuadros ésta sería sin duda la fuerza de los paisajes,
que no es más que la expresión de las vivencias de quien, desde la más tierna
infancia conoce la dureza del trabajo campesino y las caras menos amables de
una naturaleza a veces desenfrenada que impone sin clemencia su poderío
indomable, amenazante y a veces destructor. No olvidemos que Anastasio decide muy
pronto abandonar la tierra y la vida rural y que éstas acabaron ganando la
partida ya que consiguieron recuperarlo y lo arrancaron dolorosamente de su
dedicación al arte. Esta relación complicada con la tierra es lo que
seguramente explica que, sin llegar a ser agresivos, sus paisajes y sus cielos
tengan a menudo una fuerza salvaje e indomable, teñida de un dramatismo que a
nadie dejan indiferente.
En cambio, la naturaleza humanizada, bien sea
en forma de paisaje urbano o industrial (la industria papelera sucia y
contaminante, por ejemplo a la que dedicó algunos de sus últimos trabajos)
tiene en sus cuadros una presencia considerablemente dulcificada. En la misma
línea sus marinas dan cuenta de una percepción de la costa cantábrica mucho más
suave y amable de lo que, con toda evidencia, este mar muestra la mayor parte
de los días del año. Anastasio no tiene conflicto con el mar ni con la
industria, pero sí con la tierra. Así, a
las claras, sin postales y sin tópicos es como muestra lo que percibe. No busca
complicidades ingenuas en el espectador.
Jugando magistralmente con la luz, el color y
el encuadre consigue trascender fuertemente la realidad. Su pintura de la
naturaleza está dotada de una impactante trascendencia. Que consigue romper la
distancia entre el espectador y la obra que observa: el espectador se implica
en el cuadro y acaba viéndolo como algo propio, algo íntimo. No hay frialdad en
su pintura, sino una fuerza y un calor capaces de conseguir una gran
implicación.
Estamos pues ante un artista que se encuentra
hoy en las antípodas de la pintura descriptiva y comercial en la que se inició,
que se implica en su obra y que investiga día tras día buscando la perfección.
Su pintura ha ido evolucionando del paisajismo realista al paisajismo de
influencias impresionistas y todo parece indicar que acabara orientándose
principalmente o por completo a la pintura abstracta.
Finalmente se estaría haciendo justicia con
este genial pintor. Liberado de las vacas, ha recuperado con entusiasmo la
voluntad de exponer su obra y de proyectarse al mundo como el artista maduro y
genial que de niño anheló ser.
Tomás García. Enero de 2012